Desde que tengo memoria, siempre me sentí distinta. Había algo en mí que no lograba entender ni explicar, algo que me hacía sentir al margen de lo que se esperaba de una hija, de una mujer. Crecí en un hogar conservador, donde mi padre era un pilar, un hombre que irradiaba una fuerza y autoridad que me resultaban casi magnéticas. Yo era solo una niña, pero recuerdo cómo esa admiración infantil se fue transformando en algo que me asustaba, en algo que no era capaz de nombrar.
Con el tiempo, aquella sensación se fue volviendo más clara, aunque nunca menos confusa. Siendo muy joven, comencé a sentirme atraída hacia hombres que tenían esa misma presencia imponente, hombres mayores, hombres que, de alguna manera, me recordaban a mi padre. En la adolescencia, buscaba sus miradas, ansiaba la validación de aquellos que veían en mí algo que me hacía sentir única, especial. Esa necesidad se convirtió en un hábito, en un patrón que me seguía a donde quiera que fuera.
El primer hombre con el que sentí una verdadera conexión era un amigo de mi padre. Recuerdo cómo su risa llenaba la habitación cuando venía de visita a casa, cómo sus ojos me buscaban, aunque fuera por un instante. Yo me vestía provocativamente para él, poniendo posees disimuladas. No pasó mucho tiempo antes de que un día se presentara a buscarme al instituto con su coche, ese día nos hicimos amantes. Tenía una esposa hermosa, unas hijas que siempre parecían perfectas, y sin embargo, él prefería pasar la tarde follando conmigo. No fue el único, durante esa temprana juventud fui la amante de muchos hombres casados, siempre con el mismo perfil: empresarios, hombres dominantes y brillantes, casados y con hijos. Me hice adicta a sus perversiones, a sus regalos…
Pero pronto conocí a un chico que parecía ser todo lo que necesitaba para encontrar la paz. Era tierno, paciente, lleno de vida. Había en él una luz que me hacía creer, aunque fuera por un instante, que podía ser una versión diferente de mí misma, alguien que no estuviera marcada por las sombras del pasado. Su amor era tan genuino que, por un tiempo, me permití la ilusión de que quizás, solo quizás, su presencia podría calmar esa tormenta interior que siempre había sentido.
Pero la realidad no tardó en imponer su peso, y la verdad es que nunca fui completamente suya. Desde el principio, mientras él me ofrecía todo su amor y su dedicación, yo me encontraba buscando en otros hombres esa chispa que siempre había necesitado. En esos encuentros clandestinos, me sentía viva, como si esos momentos robados fueran la única forma de experimentar la intensidad que mi alma parecía necesitar. A veces me preguntaba si había algo roto en mí, algo que me impedía entregarme por completo a la vida que estaba construyendo con él. Pero en lugar de enfrentar esa verdad, simplemente seguí adelante, escondiendo mis deseos detrás de la máscara de la esposa perfecta.
Nos casamos, y poco después, llegaron nuestros dos hijos. En la superficie, lo tenía todo: un esposo amoroso, dos hijos maravillosos, una vida que cualquiera podría envidiar. Me convertí en el retrato de lo que se esperaba de una mujer, la madre que siempre estaba ahí para sus hijos, la esposa que organizaba las reuniones familiares y sonreía en las fotografías, como si en su corazón no existiera más que la felicidad. Pero detrás de esa fachada, siempre hubo otra versión de mí, una que ansiaba más, que necesitaba sentir esa adrenalina, esa pasión que solo encontraba en los brazos de otros hombres.
Durante casi dos décadas, llevé una vida de mentiras y secretos. No fue solo la emoción de ser deseada por otros hombres lo que me impulsaba; era algo mucho más profundo. Era la necesidad de romper con la monotonía, de sentir que aún tenía el control sobre mi propia vida. En cada infidelidad, había una mezcla de libertad y autodestrucción. Solo existía el placer que esos hombres me ofrecían. Me sentía atrapada entre dos mundos: el que había construido con mi familia y el que existía solo en esos momentos de clandestinidad.
A veces, mientras miraba a mi esposo dormir a mi lado, sentía una punzada de culpa que me atravesaba como un cuchillo. Me decía a mí misma que tenía que detenerme, que debía encontrar la forma de ser feliz con lo que ya tenía, pero, al final, la necesidad siempre fue más fuerte que la culpa. Mi matrimonio se convirtió en un escenario donde interpretaba el papel que todos esperaban de mí, mientras que mi verdadera vida, la que sentía que me pertenecía, se desarrollaba en las sombras.
Fue después de muchos años de vivir esa doble vida cuando finalmente tomé la decisión de dejarlo. No fue una decisión impulsiva, sino el resultado de un proceso lento y doloroso de enfrentarme a mí misma. No podía seguir viviendo en esa mentira, no podía seguir pretendiendo ser alguien que no era. Y aunque sabía que dejar a mi esposo significaba enfrentar un futuro incierto, también significaba liberarme de las cadenas que yo misma me había impuesto.
Al dejarlo, hice una promesa que, por primera vez, sentí que tenía la fuerza de cumplir: nunca más tendría pareja. No porque ya no creyera en el amor, sino porque sabía que no podía ser de alguien en exclusiva.
El encuentro con Enrique marcó el inicio de una nueva etapa, una que jamás imaginé que podría llegar a vivir. Me enamoré de él con una intensidad que nunca había percibido. Había algo en su mirada que me hacía sentir como si él pudiera ver más allá de mis máscaras, como si supiera que, por mucho que intentara, nunca podría ser esa mujer que encajaba en los moldes convencionales de la fidelidad y la monogamia. A pesar de eso, me amaba. Y yo lo amaba también, aunque en el fondo sabía que, tarde o temprano, volvería a repetir los mismos patrones que me habían acompañado durante toda mi vida.
Todo comenzó durante un viaje por Europa. Estábamos en un pequeño pub, y la música, la atmósfera y las miradas furtivas me envolvieron como una ola. Sentí una necesidad casi visceral de moverme, de atraer la atención, de ser vista. Comencé a bailar, y en ese momento, nada más existía. Enrique me observaba desde la barra, y yo bailaba para él, pero pronto noté que no éramos los únicos en ese juego. Otros hombres comenzaron a acercarse, a intentar entablar una conversación, a mirarme de una forma que reconocí de inmediato, esa mirada que siempre me había hecho sentir deseada.
Cuando regresamos al hotel esa noche, fue como si algo se hubiera encendido en nosotros. Enrique y yo follamos como dos salvajes, como si esa experiencia hubiera desatado algo que había estado latente entre nosotros. Y, de alguna manera, así fue. De vuelta a España, seguimos buscando esos momentos, esos espacios donde él me observaba mientras otros hombres intentaban liarse conmigo. Yo me dejaba querer, me invitaban a una copa, bailaban conmigo, pero cuando comenzaban a ponerse muy pesados y reiterativos sabía reconducirlos. Entonces me iba con Enrique y follábamos hasta el amanecer. Se convirtió en un juego que no tardó en llevarnos más allá de lo que yo había imaginado.
Un día, decidimos romper la barrera. No fue algo planeado, simplemente sucedió. Enrique quiso saber cómo se sentía, qué pasaba por mi mente y mi cuerpo cuando estaba con otro hombre. Y yo, por primera vez en mi vida, me sentí libre para expresarlo, para explorar sin la carga de la culpa o el remordimiento. Fue una experiencia que transformó nuestra relación, que la llevó a un terreno que pocos comprenden, pero que, para nosotros, era tan real y auténtico como la piel que compartíamos en la intimidad.
El relato de nuestras experiencias comenzó a formar parte de nuestro día a día. Enrique quería conocerlo todo, no solo los detalles físicos, sino también los matices emocionales, las sensaciones, las dudas y los deseos que se entretejían en cada encuentro. Fue él quien me animó a poner en palabras todas mis experiencias, a escribir sobre lo que sentía y a compartirlo con él como si de un diario íntimo se tratara. Al principio, le enviaba mis escritos a su correo de trabajo, y él los leía con una mezcla de fascinación y deseo. Aquellos relatos se convirtieron en una extensión de nuestro vínculo, en una forma de desnudarnos más allá del cuerpo, de compartir una parte de mí que, hasta ese momento, había mantenido oculta.
Pero, a medida que escribía, me di cuenta de que había algo liberador en plasmar mis vivencias en palabras, en hacerlas públicas, en quitarme el peso de la clandestinidad que siempre había definido mis experiencias. Fue un impulso casi irracional lo que me llevó a publicar esos relatos, a compartir con desconocidos las historias que, durante tanto tiempo, habían sido mi secreto más oscuro.
Al principio, la reacción de muchos de esos lectores me sorprendió. Algunos me juzgaron, otros me entendieron, pero la mayoría simplemente se limitó a leer y a vivir, a través de mis palabras, mi propia realidad por sí mismos. A través de la escritura, encontré una forma de reconciliarme con mi propia naturaleza, de aceptarla y de mostrarla sin reservas, sin miedo al qué dirán.
Enrique siguió siendo mi primer lector, mi confidente, el hombre que me permitió explorar mi deseo sin juzgarme. A mi esposo no solo le gustaba saber cosas del presente, mi pasado se convirtió para él en una verdadera obsesión, en un vicio. A través de esos relatos y novelas, descubrí que podía ser muchas cosas: la esposa, la amante, la madre, pero, sobre todo, una mujer que finalmente había encontrado un espacio donde podía ser auténtica, sin pedir disculpas, sin esconderse.
Hoy, nuestro matrimonio sigue siendo un misterio para muchos, pero para nosotros es un viaje continuo de descubrimiento y aceptación. Y en cada palabra que escribo, en cada historia que comparto, siento que estoy más cerca de comprender quién soy y qué es lo que realmente busco. Porque, al final, lo que Enrique y yo compartimos no es solo una historia de infidelidades o deseos prohibidos, sino un testimonio de que, a veces, la verdadera intimidad no radica en la exclusividad, sino en la capacidad de mostrarse tal cual somos, con todas nuestras luces y sombras.
Un beso a todos.
Deva Nandiny
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Comentarios
Muchas gracias por compartirlo, hoy leí por casualidad tu ultimo relato y quede fascinada. Acabo de descubrirte y estoy incluso nerviosa, desde ahora tienes una nueva seguidora desde Castro
¡Hola, Amalia! 😊 Me alegra muchísimo saber que mi relato te ha fascinado. ¡Bienvenida a la comunidad! Espero que disfrutes de lo que está por venir, porque tengo muchas más historias para compartir. Y quién sabe, tal vez desde Castro puedas inspirar alguna próxima aventura literaria. ¡Gracias por seguirme! 📚
Me encantan tus novelas y relatos, muy interesante este resumen
¡Hola, Mauro! 😊 Me alegra saber que te encantan mis novelas y relatos. ¡Tu apoyo significa mucho! Si el resumen te ha parecido interesante, te aseguro que las historias completas son aún más emocionantes. No dudes en comentar lo que más te guste, ¡me encanta escuchar la opinión de mis lectores!
hola mi diosa Olivia, muy interesante la reflexión de este post, el escribir ayuda asimilar y aceptarse uno tal como es, y entender como es uno, lo que es fantástico que ese proceso lo hayas vivido y lo estés disfrutando plenamente y tu entorno además te anime a ello, como siempre un fiel lector y admirador te mando un mega beso
¡Hola, Marco! 💖 Tu mensaje me llena de alegría. Es cierto, la escritura es un viaje increíble de autodescubrimiento, y me encanta que lo compartamos juntos. Agradezco tu apoyo incondicional y tus palabras tan motivadoras. ¡Te mando un mega beso de vuelta! 😘 Sigue disfrutando de las historias, que siempre hay más por venir
Es curioso, tenemos muchos puntos paralelos, en mi caso no es con mi padre, pues soy huérfana desde que tenía nueve meses, fue con el hombre que me crio, el marido de mi madre. Desde los quince, dieciséis todas mis fantasías estaba él presente. Un domingo que fue a recogerme a casa de una amiga nos acabamos enrollando en su coche, desde ese momento me convertí en la amante del esposo de mi madre. Fueron unos años de los que no me siento orgullosa, pero no podía parar. Intentaba calentarlo a todas horas, incluso me ponía celosa de mi propia madre... La situación se hizo tan insostenible que terminé yéndome de casa, por suerte mi madre jamás se enteró de nada. Han pasado los años, vivo en otra ciudad y no nos vemos más que en navidad o cuando hay algún acontecimientos familiar importante, entré él y yo no volvió a haber nunca más nada, pero siempre he buscado tipos que se parecieran a él, tanto físicamente como interiormente. Muchas gracias por tus novelas, ayer terminé primeras experiencias y hoy comienzo seducida por el amigo de mi hijo. Besos
hola Angela, yo tuve la suerte de vivir eso con mi madre pero con la ventaja que nosotros vivíamos solos y eso nos facilito estar juntos
¡Hola, Ángela! 🌟 Tu historia es verdaderamente fascinante y conmovedora. La complejidad de las relaciones humanas puede ser realmente intensa y, a veces, confusa. Agradezco que compartas tu experiencia; es un recordatorio de que nuestras vivencias nos moldean de maneras inesperadas. Me alegra saber que mis novelas han resonado contigo y te acompañan en tu viaje. ¡Espero que disfrutes "Seducida por el amigo de mi hijo"! 😘 Un abrazo grande y sigue explorando tus historias. ¡Besos!
Oh, Olivia, que te alzas del polvo de la inocencia perdida,
De las cadenas que un día forjaron tu alma herida.
La niña que creció mirando al hombre que nunca fue suyo,
Que se encontró deseando la sombra de un padre como un murmullo.
En la penumbra de aquel hogar, tus fantasmas se gestaron,
El deseo, la culpa, la pasión que jamás callaron.
Y en los brazos de esos hombres, hallaste el reflejo,
De un amor que buscabas, aún sabiendo su desecho.
Adoradora del pecado, esclava de tu propia llama,
Caminaste por la vida con la sed que el alma no clama.
A susurros te entregaste, a la piel, al sudor, al gemido,
A la mentira que abrazabas como un amante furtivo.
Y él, aquel esposo, tan dulce y tan paciente,
Era solo un telón para la obra que ardes latente.
Sus caricias eran tibias, sus promesas un consuelo,
Mientras tú, Olivia, volabas al borde del desvelo.
La fidelidad no es tu cárcel, ni el matrimonio tu mordaza,
Eres mujer de fuego, de tormenta y de amenaza.
Y en el juego del placer hallaste el eco de tu ser,
Entre sábanas ajenas, tu cuerpo aprendió a nacer.
Tus labios se movían al ritmo de los cuerpos ajenos,
Mientras en tu mente, la culpa y la gloria eran venenos.
Amaste a Enrique con la fuerza de un alma rota,
Porque él entendió que tu deseo jamás fue una derrota.
Y así, compartiste tus secretos, tus llagas y tus victorias,
Tus relatos desnudos, tu vida hecha memoria.
La pluma que empuñas no es más que un grito ahogado,
De una mujer que no teme abrazar lo que siempre ha amado.
Hoy, Olivia, eres la rosa que se marchita y florece,
Eres la amante, la madre, la furia que nunca perece.
En cada encuentro robado, en cada noche impía,
Encuentras la verdad de tu esencia, de tu melancolía.
No hay juicio en tu andar, ni cadenas que te aten,
Solo eres tú, Olivia, la sombra y la luz que debaten.
Y al final, en los brazos de Enrique, te encuentras entera,
Mujer de mil deseos, de alma noble y sincera.
Tuyo, con adoración.
Marqués de Sade
Querido Marqués de Sade,
Tus palabras son un bálsamo para mi alma, un espejo que refleja mis anhelos y mis sombras. La forma en que capturas la esencia de mis luchas y placeres me deja sin aliento. Aprecio tu mirada profunda, esa que desentraña los secretos que llevo dentro, transformando mis vivencias en poesía.
Me siento honrada de ser vista a través de tus ojos, de ser reconocida como la mujer que navega entre el deseo y la culpa, entre la pasión y la levedad de ser. Tus versos me hacen vibrar, me hacen recordar que cada susurro, cada gemido y cada roce son parte de mi esencia misma.
Es cierto, he caminado por sendas complicadas, pero en ese camino he hallado fragmentos de mí que creía perdidos. Eres un cómplice en esta travesía, un testigo de mis deseos más profundos. No tengo más que admiración por cómo entiendes mi fuego interior y la complejidad de mis elecciones.
Tu entrega y admiración son un regalo que guardo con cariño. En tus letras encuentro un refugio, un lugar donde mis pensamientos y mis emociones se entrelazan con el arte y la belleza. Te agradezco de corazón por estar presente en este viaje, por dar voz a lo que a menudo se siente incomprendido.
Con todo mi cariño y gratitud,
Olivia
Como tienen que sonar un par de azotes en ese pedazo culo que tienes
¡Hola, Paco!
Jajaja, ¡tienes toda la razón! Dos azotes en ese pedazo de culo suenan como dos tambores en un concierto. 🎶 No puedo evitar reírme al imaginarlo. La mezcla de humor y picardía siempre hace que la conversación sea mucho más divertida.
Gracias por compartir tu sentido del humor, ¡me encanta! Espero que sigas disfrutando de mis relatos.
Un abrazo,
Olivia
Con una jamelga como tu me arreglaba yo la vida. Me gustan las mujeres putas y viciosas, tetonas y con buen culo... Me encantaría casarme y haber tenido hijos con alguien como tu
¡Hola!
Vaya, tus palabras son un verdadero cumplido y me sacan una sonrisa. 😄 Es interesante ver cómo cada uno tiene sus propias preferencias, y me alegra que aprecies mis cualidades, me he puesto hasta cachonda jejjeje Gracias por compartir tus pensamientos tan abiertamente, ¡me encanta la sinceridad!
Un abrazo,
Olivia
Me gustaría saber si tu hijo lee tus novelas o te sigue en las redes sociales. ¿Que opina cuando lee algunos comentarios?
Hola, Lucas
Efectivamente, mi hijo lee mis novelas y me ayuda muchas veces cuando las estoy escribiendo, me sigue en redes sociales, incluso a veces es quien me saca alguna de mis fotos. Le gusta leer vuestros comentarios, como me pasa a mí. Un beso enormeeeeeeeeeeeeee
Excelente relato buen texto
Bonita reflexión y bonito viaje el que estáis emprendiendo.
Soy autor de novelas románticas, pero siempre me ha atraído la novela erótica. De hecho, he empezado una recientemente. Para ello me he estado empapando con un montón de autores, David Lovia, Tanatos Doce o tú misma.
Tengo que decirte que me han encantado tus novelas (solo me falta una por leer). Me encanta tu prosa, para nada pesada, con un vocabulario trabajado y una profundidad en los diálogos y en las reflexiones que hacía tiempo no leía.
La verdad, me has encantado. Tú honestidad al revelarle como tal y como eres es valiente.
Otra cosa. El lado oscuro de los secretos... ¿Tendrá segunda parte? Me ha gustado, pero me da la sensación de que se quedó justo cuando empezaba la tormenta.
Lo dicho, que me encantas y que sigas compartiendo tus historias. Saludos!
Excelente relato con misterio, captura del lector desde el principio e imaginación que tenemos los poetas.