Hoy dos de Di

El deseo no siempre comienza con el tacto; a veces, basta con una palabra bien dicha. El lenguaje tiene el poder de encender emociones, despertar fantasías y construir conexiones intensas. En el erotismo, las palabras no son solo un medio de comunicación, sino una herramienta para seducir, provocar y explorar. ¿Te atreves a jugar con ellas?

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A menudo parece que ciertos términos se hacen populares de la noche a la mañana, como si se tratara de algo nuevo o moderno, pero en realidad, muchas de estas prácticas siempre han estado presentes, solo que a veces las llamamos de otra manera. Un claro ejemplo de esto es el orgasmo húmedo femenino, algo que en realidad es tan antiguo como el propio placer sexual. En la actualidad, los anglosajones han creado el término squirting, que se ha vuelto popular especialmente entre las generaciones más jóvenes, como si fuera una novedad revolucionaria.

La infidelidad ha sido, sin duda, uno de mis más intensos y oscuros estímulos sexuales. A menudo me pregunto si nací con la inquietante inclinación de traicionar la confianza de un hombre. Ya de jovencita tenía una inclinación morbosa en liarme con hombros maduros y casados. Fue una constante en esa primera etapa de mi postadolescencia.

Quizá parezca paradójico que alguien que escribe sobre erotismo diga esto, pero aquí voy: el sexo mecánico y rutinario me aburre. Mucho. La idea de seguir siempre el mismo guion, de anticipar cada paso, cada caricia, cada gemido… simplemente no me llama, no me pone cachonda. Para mí, la verdadera excitación está en lo inesperado, en las experiencias que te llevan a lugares nuevos, tanto mental como físicamente. A lo largo de las próximas semanas, voy a escribir alguna entrada, donde os cuento las cositas que más me gustan. No pretendo escandalizar a nadie, ya os aviso de antemano que soy un poco perversa. 

Confieso que hay algo exquisitamente peligroso en desnudar el alma... y el cuerpo, con palabras. Me gusta pensar que cada vez que escribo sobre mis experiencias más íntimas, mis deseos más secretos, estoy jugando con fuego. No porque tema quemarme, sino porque el calor que emana de la honestidad es irresistible. Escribir sobre mi sexualidad es un acto de poder, un dulce y morboso poder. Pero también, ¿quién puede negar ese cosquilleo inquietante que surge al preguntarse qué pensará el lector al saborear cada línea?

Por suerte, mi comunidad de lectores es un núcleo vivo y en constante crecimiento, siempre enriquecido con nuevas incorporaciones. Hoy quiero proponeros un juego que me encanta hacer de vez en cuando: ¡Pregúntame lo que quieras! 🔥

Hoy quiero cambiar las tornas del juego y ser yo quien os pregunte a vosotros.

Desde que tengo memoria, siempre me sentí distinta. Había algo en mí que no lograba entender ni explicar, algo que me hacía sentir al margen de lo que se esperaba de una hija, de una mujer. Crecí en un hogar conservador, donde mi padre era un pilar, un hombre que irradiaba una fuerza y autoridad que me resultaban casi magnéticas. Yo era solo una niña, pero recuerdo cómo esa admiración infantil se fue transformando en algo que me asustaba, en algo que no era capaz de nombrar.