
La seriedad está sobrevalorada; en los momentos más formales, es cuando más disfruto siendo un poco traviesa.
El banco siempre me ha parecido un lugar carente de alma. Luces blancas que proyectan un resplandor impersonal, empleados con trajes de tonos neutros, rostros impasibles repitiendo cifras sin emoción. Un desfile de gestos mecánicos en el que cada cliente no es más que un trámite, una cifra en una pantalla. Pero yo, yo no soy una mujer que se resigne a la monotonía.
Aquella mañana, antes de salir con mi esposo, decidí teñir la rutina con un matiz travieso. Me vestí con una minifalda oscura que acariciaba la curva de mis caderas, una camisa blanca de tela liviana y unos zapatos de tacón que acentuaban cada paso. Pero el verdadero secreto estaba en lo que faltaba. No llevaba bragas. Así soy yo...
Bajé las escaleras con una cadencia calculada, sintiendo la mirada de mi esposo recorrerme como el trazo de un pincel impaciente. Primero con curiosidad, luego con ese destello pícaro que reconocía bien, el mismo que antecedía a nuestras noches más desinhibidas. No hizo falta decir nada. El pacto silencioso entre nosotros ya estaba hecho. Daba por hecho que esa mañana me había levantado más cachonda y juguetona de lo habitual.
Al llegar al banco, nos hicieron esperar. Un empleado nos atendió con la desgana propia de quien repite las mismas explicaciones desde hace años. Yo asentía con fingida atención, pero dentro de mí latía la impaciencia de lo prohibido. Sentía el aire fresco filtrarse entre mis muslos desnudos, la certeza de que bastaba un simple movimiento para trastocar la serenidad artificial del lugar. Y lo hice.
Antes de entrar al despacho de mi asesor bursátil, giré apenas el cuerpo, inclinándome sutilmente mientras, con un gesto casual, levantaba desde atrás la corta minifalda. La exhibición de mis redondas nalgas, duró apenas un segundo, pero Enrique, atento y conocedor de mis juegos, supo aprovecharlo. Su teléfono capturó el instante exacto que podeis ver en la foto.
Dentro, nos acomodamos frente al asesor, un hombre de unos cuarenta años, de mirada severa detrás de sus gafas de montura fina. Hablaba de índices bursátiles y estrategias de inversión con la seguridad del que cree que todo puede medirse en números. Pero yo sabía que los números, al igual que los hombres, pueden tambalearse.
Cruzada de piernas, jugueteé con la tela de mi falda, dejándola deslizarse apenas lo suficiente para que la piel desnuda de mis muslos reclamara su protagonismo. Él continuó hablando, pero había algo en su voz que se quebraba, una mínima vacilación que delataba su desconcierto.
Y entonces, con la misma naturalidad con la que una mujer enciende un cigarro o se arregla un mechón de cabello, descrucé lentamente las piernas, dejándolas abiertas durante un breve pero interminable instante.
¿Llegó a verlo? ¿A captar, siquiera por un instante, la insinuación húmeda de mi carne palpitante? ¿O acaso fue solo un destello fugaz, un espejismo que perturbó su ordenado mundo de números y previsiones?
Su mirada vaciló, atrapada entre la tentación y el decoro, entre el reflejo de su propia lascivia y la rigidez de su profesión. Bajo la luz pálida de la oficina, su rostro adquirió un matiz sonrojado, una súbita fiebre que ascendió desde el cuello hasta las sienes. El discurso técnico, tan ensayado, se resquebrajó en su garganta; las palabras se volvieron torpes, huérfanas de convicción.
Yo, en cambio, permanecí inmóvil, disfrutando del vértigo de aquel instante. La tela de mi falda aún flotaba sobre el filo de la indecencia, como una cortina ligera que a un soplo del destino habría caído del todo. Pero no era necesario. El mensaje estaba dado. La imagen había quedado grabada en su memoria.
No era solo el hecho de haber mostrado mi carne desnuda, sino el saber que él, un hombre de control y cálculo, había sido despojado de su aplomo por una visión efímera. Un segundo de revelación que lo condenaría a noches de desvelo, noches en las que repasaría la escena, en las que su mente intentaría reconstruir, con dolorosa precisión, los contornos de lo entrevisto.
Sonreí con la serenidad de quien domina el arte de la provocación. En un mundo de cifras y previsibilidad, aún existían cosas que escapaban a toda lógica.
Deva Nandiny
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Comentarios
me encanta la forma que tienes de ver las cosas y dejar salir tú sensualidad en cualquier momento,que orgulloso tienes que estar Enrique, Gracias por compartir esos momentos un💋
Hola, te felicito por la calidad de tu pluma, algo no muy frecuente en el mundillo de los cuentos eróticos que tanto ha proliferado en los últimos años.
De igual manera, te felicito muy especilamente por tu novela "Seducida por el amigo de mi hijo". Me resultó muy destacable el momento en que la protagonista habla con su ex-marido sobre los cuernos que le ha puesto; ahí se ve que el personaje es capaz de tener empatía y dispone de un carácter no exento de comprensión y compasión, más allá de las típicas descripciones del morbo que la infidelidad pueda causarle. Una profundidad que no es habitual en este tipo de narraciones.
Te invito a escribir una historia de esa clase: un hombre dolido por las infidelidades de su esposa. Se sale de lo que habitualmente escribes, pero tienes sobrado talento para desarrollar una psicología así.
De nuevo mis felicitaciones por tus interesantes obras.
Es increible todo lo que puedes ofrecer en un ralato conrto como este. Eres maravillosa, me encantas.
Me has sacado más leche tú en dos años, que mi esposa en 30 años de matrimonio, puede parecer una ipérbole, pero es cierto
Qué arte tienes reina...
Hola esta genial el relato de la aventura vivida. Los empleados del banco se acordsrsn para toda su vida de esa visita al banco
Trabajo en un banco y te juro, que si se me poner una tipacarraca tan puta y que esté tan buena como tú, me la follo envcima de las rodillas del cornudo de tu esposo
Cuando volverás a abrir la zona de suscripción de tu página web? Dijiste que la cerrabas solo temporalmente. También hecho de menos estar suscrito al canal de whatsApp
Que caliente eres y que bien lo cuentas, como empleas las pausas, los dialogos, la narración... No se puede ser más puta, estar más buena y escribir mejor
Soy una gran exibicionista igual que tú, adoro tus obras con las que me identifico al máximo. Creo que nos gusta el mismo perceptil de hombre y nos calientan cosas muy parecidas. También estoy casada y tengo hijos, pero al contrario que tú mi esposo ni consiente ni sabe de sus cuernos. Me gustaría poder hablar contigo, no quiero agobiarte, sé que estás muy solicitada y que tu tiempo es corto
Calientapollas
Soy una mujer de 44 años casada con un hombre de 67, y aunque hemos sido felices, desde hace tiempo una enfermedad lo mantiene sin ereciones. Sigue teniendo ganas, pero fisicamente no puede... He comenzado a follarme al hijo mi socia. Ambas tenemos una empresa de contabilidad. El chico tiene 24 años y me está haciendo vivir momentos que pensé que no volvería a vivir. Mi esposo me anima que siga. Creo que estoy viviendo uno de los momentos más maravilloso de mi vida, por eso entiendo lo que cuentas en la novela de "Seducido por el amigo de mi hijo" novela que me he leido tres veces y cada vez me gusta más. Un beso de una amiga para siempre
Hola, soy una mujer casada de 54 años, y desde siempre, he sido lectora de novel erotica: Henry Miller, Antonio Gala, Milo Manara John Cleland y actuales como: Carmen Mola, Megan Maxwell, Elísabet Benavent... Una amiga me recomendó tu novelas "La musa de la obsesión" quedé fascinada tanto por la historia como por la narración, como evitando un romanticismo pomposo para justificar los encuentros sexuales, tu lo haces con una nturalidad desbordante. He comprado en amazon primeras expeiencias, que me llegará el miercoles... estoy deseando poder leerlo. Un saludo y enorabuena por tus novelas
Me gustan las mujeres inteligentes, elegantes, guapas y putas como tú.
Ya me gustaría a mí, estar detrás de ti en esa foto, ponerme de rodilla y abrir esos moflete y saborear todo el manjar que encierras.
Que suerte tiene tu esposo con tener un ejemplar de hembra ardiente como tú. Sería el hombre más afortunado del mundo, compartiendo la vida con alguien como tu. Te quiero
Me encantan tus novelas y me encantas tú. Ole tus ovarios...
Eres mi mayor fantasia, la mujer que llevo buscando durante años