Mi Madre es una MILF. Capítulo I

Publicado el 8 de agosto de 2024, 16:03

Sinopsis

Hoy comenzamos una saga de relatos que he escrito durante semanas en colaboración con mi hijo, Carlos. Supongo que todos los que habéis leído mi novela «Seducida por el amigo de mi hijo», ya sabéis la relación tan cercana que tengo con él. Puedo decir con orgullo que Carlos es mi mejor y más fiel lector, y con el tiempo se ha convertido en un apoyo fundamental en la creación de mis obras. Su perspectiva fresca y su compromiso con mi trabajo han sido claves para dar vida a esta nueva serie.

Aseguro que no es fácil, cuando escribes de forma autobiógrafa, discutir algunas cosas de la trama con tu propio hijo. Pero también puedo decir que ha sido muy divertido y muy gratificante.

Una de las cosas que tuve claro desde el principio, es que os contaría la historia desde el punto de vista de Carlos. Me pareció más interesante que fuera él quien pusiera la voz a la narración. Una vez terminada la obra, discutimos varios títulos. Pero cuando a él se le ocurrió: «Mi madre es una Milf», enseguida lo tuve claro.

Puedo aseguraros que cuando mi propio hijo, los amigos de mi hijo o muchos de mis lectores me consideren una MILF, es algo que me llena de orgullo. Es un reconocimiento no solo de mi apariencia física, sino de mi capacidad para seguir siendo deseable, para mantener viva la chispa de la seducción y la atracción. Me gusta gustar; y saber que aún despierto fantasías me hace sentir poderosa y auténtica. Ser vista como una MILF no es un simple halago; es la confirmación de que mi sexualidad sigue siendo vibrante, y eso me hace sentir muy feliz. Sin más que decir que daros las gracias por vuestra fidelidad y respeto hacia mí, deseo que disfrutéis de esta saga que tanto Carlos como yo misma hemos creado con especial ilusión para todos vosotros/as. Besitos

 

Mi Madre es una MILF: Capítulo I

Nunca se me olvidará la primera vez que, siendo adulto, vi a mi madre completamente desnuda. Ella se estaba duchando y había dejado su teléfono móvil olvidado en la mesa del salón. De repente, le llegó un mensaje.

—Mamá, te acaba de llegar algo al móvil —grité, avisándola. Pero ella no pudo oírme.

Fue algo instintivo. Desde el salón, podía escuchar el ruido sordo del agua y el eco de sus movimientos. Me sabía la contraseña; yo mismo le había programado el móvil unas semanas antes cuando lo compró. La curiosidad me venció. Tomé su móvil y desbloqueé la pantalla. Le habían enviado una imagen.

La foto se abrió en la pantalla, revelando la imagen explícita de un pene erecto. Era una fotografía tomada en primer plano, con una iluminación que acentuaba cada detalle de la anatomía masculina. La piel parecía tirante, las venas resaltaban claramente, y la punta estaba ligeramente humedecida, brillando bajo la luz. El fondo era indistinguible, pero la intención era obvia y directa.

Inmediatamente, pensé en papá, y una punzada de dolor atravesó mi pecho al imaginar que ella pudiera estar engañándolo. Siempre había creído en la solidez de su matrimonio. La idea de mamá manteniendo una relación secreta con otro hombre me resultaba difícil de asimilar.

El peso de la situación me aplastaba, y el conocimiento de su presunta infidelidad, aunque descubierta de manera accidental, me hacía sentir culpable por haber invadido su privacidad. Pero no podía ignorar la realidad de lo que había visto. Me atormentaba la posibilidad de enfrentarla, de confrontarla con lo que sabía, y de decidir si debía o no intervenir.

Mi mente se llenó de preguntas y emociones contradictorias. ¿Quién le habría enviado semejante foto? ¿Y por qué? Percibí una mezcla de celos, sorpresa y una extraña fascinación. Me di cuenta de que estaba invadiendo su privacidad, pero no pude apartar la vista de la imagen. Era como si, de repente, hubiera vislumbrado un mundo oculto de mamá, una parte de su vida que nunca había imaginado.

Desplacé el dedo hacia arriba, comprobando que ella había compartido con aquel extraño, un tal Alberto, una imagen unos minutos antes de meterse en la ducha. La abrí con mis dedos temblando, y el cuerpo de mi madre apareció ante mis ojos. Mamá aparecía tumbada en su cama. Amplié todo lo que pude la imagen, observando cada detalle.

Su piel clara contrastaba con el fondo oscuro de las sábanas, haciendo resaltar cada curva de su cuerpo. Su cabello rubio se extendía en suaves ondas, cayendo hacia sus hombros, enmarcando su rostro con una sensualidad etérea. Sus piernas largas y esbeltas estaban ligeramente separadas, añadiendo un aire de despreocupación y naturalidad a la pose. Sus pechos grandes, firmes y redondeados, capturaban la luz de manera que hacía parecer que brillaban.

La imagen me dejó sin aliento. Cada centímetro de su cuerpo irradiaba una belleza y una confianza que nunca antes había percibido en mi propia madre. El contraste entre la imagen que tenía de mamá y la mujer que se mostraba en la fotografía era abrumador. Sentí una mezcla de admiración, deseo y una punzada de inseguridad. ¿Qué había en ese tal Alberto que la hacía sentir tan libre y desinhibida? Al mismo tiempo que sentí ese reconocimiento hacia su esplendoroso cuerpo, me dolía enormemente descubrir esta faceta de su vida.

Mientras intentaba procesar lo que estaba viendo, el sonido del agua de la ducha cesó y me apresuré a cerrar la imagen y bloquear el móvil. Me quedé allí, con el corazón acelerado, tratando de ordenar mis pensamientos. Mamá no tardaría en salir del baño, y yo tenía que decidir cómo manejar lo que acababa de descubrir.

La puerta del baño se abrió y mi madre apareció, envuelta en una toalla, con el cabello mojado pegado a su cuello. Me miró con una sonrisa despreocupada, sin sospechar lo que acababa de pasar. Noté un nudo en el estómago, consciente de que nuestra relación acababa de cambiar de una manera que ella aún no podía imaginar.

—Voy a cambiarme rápido y vuelvo —dijo mamá, desapareciendo en su habitación.

Esperé a que se cerrara la puerta antes de acercarme de nuevo a su teléfono. Mi corazón latía con fuerza. La curiosidad y la excitación se mezclaban de una manera que no podía controlar. Era como si una parte de mí, la parte más oscura y oculta, estuviera tomando el control.

Tomé el teléfono y lo desbloqueé de nuevo. La pantalla se iluminó, mostrando nuevamente la imagen del pene de Alberto. Sentí una oleada de calor recorrer mi cuerpo, una excitación que no podía negar. Deslicé el dedo por la pantalla, buscando mensajes y fotos.

Abrí la última imagen que mamá había enviado. Allí estaba ella, tumbada en su cama, completamente desnuda. Su cabello rubio se desparramaba sobre la almohada; su piel clara brillaba con la luz suave de la habitación. Sus largas piernas estaban ligeramente abiertas, mostrando sin ningún pudor su bendito coño, rosado y completamente depilado, con labios increíblemente gruesos y brillantes. Sus grandes pechos estaban expuestos, con los pezones erectos, como si también estuvieran excitados por la situación.

No pude evitarlo. La imagen me atrapó completamente. Amplié la foto para ver cada detalle de su cuerpo, explorando cada centímetro con mis ojos. Mi respiración se volvió más pesada, y sentí cómo mi propio deseo no dejaba de crecer al mismo tiempo que mi inoportuna erección, empezando a notar más pequeño el hueco de mis calzoncillos.

Me dejé caer en el sofá, incapaz de apartar la vista de la pantalla. Mi mente estaba llena de pensamientos que comenzaban a ser conflictivos: la moralidad de lo que estaba haciendo, la traición a papá, y al mismo tiempo, una necesidad intensa y primitiva que me dominaba.

Pensé que esa imagen había sido tomada y enviada tan solo unos minutos antes, mientras yo miraba inocentemente la tele en el salón. Mientras yo estaba absorto en un programa cualquiera, mamá se encontraba en su habitación, riendo y disfrutando de lo que estaba haciendo. La idea me perturbaba y me excitaba al mismo tiempo, naciendo dentro de mí nuevos estímulos que no podía controlar.

 

Me imaginé la escena: mamá, con su teléfono en la mano, tumbada en su cama, preparándose para tomar esa foto. La luz suave de la habitación iluminando su cuerpo desnudo, su sonrisa divertida mientras ajustaba la cámara para captar el ángulo perfecto. Pensé en cómo habría posado, cada movimiento calculado para maximizar el efecto, para seducir a quien recibiera esa imagen.

Rápidamente, me envié la foto a mi propio teléfono. Necesitaba tenerla, asegurándome de guardarla antes de que mi madre pudiera notar algo extraño. La excitación y la curiosidad me impulsaban, y no podía dejar de pensar en las implicaciones de lo que acababa de descubrir. El deseo de explorar más me quemaba por dentro.

Inmediatamente, comencé a buscar con urgencia más imágenes en el teléfono de mi madre. Sabía que debía ser cauteloso para no levantar sospechas, así que revisé el álbum de fotos y la carpeta de mensajes con ansiedad. Cada foto que encontré me proporcionaba una visión más profunda de la vida privada de mamá, revelando aspectos de su sexualidad que antes me eran completamente desconocidos. En las dos primeras, ella posaba completamente desnuda en su cama, siendo ambas muy parecidas a la primera, pero hallé una tercera que no estaba tomada en nuestra casa. Mi madre aparecía sonriendo con las piernas muy abiertas y desnuda, sentada en un sofá con una copa de champán en la mano, como si estuviera brindando con la persona que tomaba la fotografía.

A medida que navegaba, me encontré con más imágenes y mensajes, cada uno dejando al descubierto más de su intimidad. Algunas fotos mostraban su cuerpo en diferentes poses y ángulos, capturadas en momentos de aparente despreocupación y diversión. La variedad en las imágenes, desde selfies provocativos hasta fotos más explícitas, solo intensificaba mi curiosidad y mi excitación.

Cada imagen que descubría aumentaba mi comprensión de lo que mi madre realmente era. Me sorprendía cada vez más al ver la frecuencia con la que compartía su cuerpo y sus deseos, y cómo esto se reflejaba en las interacciones que tenía con otras personas.

Cuando ya estaba a punto de dejar su teléfono disimuladamente encima de la mesa, una imagen llamó mi atención: mamá estaba gateando a cuatro patas sobre el suelo, con un collar de perro alrededor del cuello y una cadena que se extendía hacia fuera, evidenciando un juego de dominación. El lugar no era identificable en la imagen, pero la escena era inconfundible.

Mi madre solo iba vestida con un diminuto tanga de color negro que se perdía justo en medio de sus voluminosas nalgas, resaltando aún más su figura curvilínea. La prenda apenas cubría lo necesario, dejando mucho a la imaginación. La imagen estaba cargada de una sensualidad dura y sin tapujos, y cada detalle parecía estar diseñado para estimular.

La combinación del collar, la cadena y la postura sumisa de mamá transmitía un erotismo salvaje. Estaba a cuatro patas, con la espalda arqueada y las manos apoyadas firmemente en el suelo. Su cabello caía desordenadamente sobre sus hombros. El collar de perro alrededor de su cuello brillaba bajo la luz tenue, y la cadena colgaba pesadamente, añadiendo un aire de dominación y sumisión a la escena.

Había algo en su cara, una expresión que dejaba claro que ser tratada de esa forma la calentaba notablemente. Sus ojos brillaban con una mezcla de sumisión y deseo, su boca entreabierta, mordiéndose el labio inferior, como una señal de estar padeciendo una excitación insoportable. Las mejillas, ligeramente sonrojadas, y la mirada intensa y expectante, revelaban el placer que encontraba en esa situación.

El contraste entre la sumisión de su postura y la intensidad de su mirada era casi hipnótico. Su cuerpo, envuelto en un tanga negro que apenas cubría sus carnes, irradiaba una sensualidad cruda y desinhibida. Cada curva de su figura parecía diseñada para provocar, y la imagen entera desprendía una energía sexual palpable.

Sentí estallar una explosión dentro de mí, inundado por un mar de sentimientos y emociones encontradas. Contemplando obsesivamente la imagen. La fotografía era provocadora, casi desafiante en su descaro. Una oleada de calor me recorrió por dentro, seguido de una sensación de vergüenza por sentir lo que estaba experimentando.

Mi mente se llenó de preguntas: ¿Quién era el hombre detrás de la cámara? ¿Cómo se había sentido, mamá, en ese momento? La respuesta estaba clara en su expresión: ella estaba disfrutando cada instante. Esa realidad de ver cómo mi madre era tratada como una perra en celo. Verla así de dispuesta y entregada a otro hombre que ni siquiera era su esposo…

Esa fue la primera vez que, viendo la cara de mamá, supe al instante que estaba cachonda. La imagen me desestabilizaba, removiendo algo profundo y primitivo dentro de mí. Una mezcla de celos, deseo y una extraña admiración me dejaba atónito. La Olivia que yo conocía se entrelazaba con esta versión desconocida y sensual, creando una confusión que apenas podía procesar.

Me fijé en sus nalgas, marcadas y enrojecidas, castigadas por la mano de un anónimo hombre. Las huellas eran claras, trazos de un placer doloroso que contrastaban con la blancura de su piel. Cada marca parecía contar una historia de entrega y dominación, aumentando el aire de erotismo salvaje que impregnaba la escena.

La sensación de estar en posesión de un secreto tan íntimo, combinado con la visión clara de la vida sexual de mamá, creó una tensión difícil de manejar. Sabía que esta revelación cambiaría para siempre la manera en que la veía, pero no podía evitar el impulso de descubrir más.

—Listo, vámonos —dijo apareciendo en la sala, ignorante de que acaba de descubrir su secreto mejor guardado. Desconocedora de que había comenzado a desearla por encima de cualquier otra mujer sobre la tierra.

Sentía una vergonzante excitación que apenas me dejaba pensar con claridad. La imagen de mi madre con el collar de perro y el tanga negro se repetía una y otra vez en mi mente, cada vez con más intensidad. La combinación de su postura sumisa y los detalles explícitos de la foto despertaba en mí una respuesta visceral.

Me levanté del sofá con dificultad, como si mi cerebro tuviera problemas para coordinar las órdenes a mi cuerpo. Mi mirada se posó en su vestido negro, inusualmente corto para alguien que estaba casada y tenía hijos. Ahora lo tenía claro; ella no se comportaba ni vestía como una mujer común, al menos no de la misma forma que las mamás de mis amigos. Es curioso cómo nuestro cerebro normaliza las cosas, hasta que un evento inesperado nos revela la verdadera naturaleza de las personas. La imagen de mamá, con su postura sumisa y su expresión de estar perdidamente cachonda, rompió la ilusión de normalidad que había mantenido durante toda mi vida. En ese momento, comprendí que había estado ignorando señales obvias, y que la realidad era mucho más compleja y fascinante de lo que había imaginado.

Desde que era casi un adolescente, había tenido que soportar que mis amigos dijeran, a menudo de manera bastante grosera, que mi madre era una mujer muy atractiva.

—La que está como un tren es la madre de Carlos —solían decir mis amigos con una mezcla de admiración y crudeza. Intercambiando miradas y gestos soeces.

Yo me callaba, avergonzado, mientras estaba en mi habitación, inmerso en el mundo de la consola. Ella solía entrar con alguna excusa trivial: buscar algo en particular o simplemente para darme un beso rápido en la frente. No era raro que su presencia causara un revuelo en la conversación entre mis amigos una vez que cruzamos la adolescencia. Cada vez que atravesaba la puerta, sentía cómo sus miradas se deslizaban sobre ella, como si estuvieran evaluando cada uno de sus movimientos.

A menudo, su ropa desenfada para andar por casa, vestida simplemente con una larga camiseta, poco más que una cuarta por debajo de la cadera, o esos ceñidos y cortísimos pantalones vaqueros, que hacían que sus piernas parecieran infinitas, captaban la atención de todos mis amigos, menos de mí. Aunque yo estaba acostumbrado a su presencia y su estilo, no dejaba de resultarme incómodo ser testigo de cómo mis amigos la miraban con deseos obscenos. Las conversaciones se volvían más animadas y cargadas de comentarios insinuantes en su presencia, y el cambio en el tono de sus voces me hacía sentir una mezcla de agravio y malestar.

Cada vez que ella entraba en mi habitación, no solo interrumpía mi espacio privado y personal, sino que también traía consigo una avalancha de atención no deseada. La admiración que mis amigos expresaban no solo me hacía sentir incómodo, sino que también me recordaba la disparidad entre cómo yo la veía y cómo los demás la percibían. Pero desde entonces, por primera vez en mi vida, comencé a mirar a mamá del mismo modo que el resto de los hombres…

(CONTINUARA)

Espero vuestros comentarios, un besito Deva Nandiny

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Comentarios

Juan
hace 5 meses

Tesoro magnífico

Deva Nandiny
hace 5 meses

Gracias, amor

Juan
hace 5 meses

Tesoro super excitante 😍😍😘😘😋😋😋

Alejandro
hace 5 meses

Impresionante y con ganas de más! Excelente narración, excitante 🤯

Deva Nandiny
hace 5 meses

Muchas gracias amor, me alegro mucho que te haya parecido interesante. Un beso enorme

Eroticorum
hace 4 meses

Muy bueno, como siempre.
Me encanta que lo hayas plasmado poniendo a tu hijo en primera persona. Yo lo he hecho también a veces y le da otra perspectiva completamente diferente. Es más, te puedo contar un pequeño secreto? Creo que a mi, cuando escribo siendo la primera persona la pareja con la que he estado, me pone todavía mas cachondo contarlo e imaginar sus pensamientos. Revivirlo de nuevo, pero como si estuviese en su cabeza.
Te ocurre lo mismo?

Deva Nandiny
hace 4 meses

Hola amor, la verdad que creo que la narración que más he disfrutado es la omnisciente que he empleado por ejemplo en el Lado oscuro de los Secretos. Esa narración abre muchas posibilidades, ya que te permite jugar con todos los personajes, es como si jugaras a ser Dios. Aunque por mi forma autobiográfica, estoy condenada a la primera persona. Un beso enorme y gracias por paricipar

Juanho
hace 4 meses

Tesoro tan excitante tu relato que siento mucho deseo de ti, acaricia y besar toda tu cuerpo maravilloso 😋😋😋😋😋😋😋

Giovanni
hace 4 meses

Hola Deva buen día.

Espero te encuentres muy bien, lo primero es decirte que me gusta mucho este relato y quería saber dónde se puede leer las siguientes partes.

Deva Nandiny
hace 4 meses

Los relatos están extraídos de una de mis novelas que aún no he publicado y no sé si llegaré a hacerlo. Publico los capítulos con anterioridad periódica, siempre en: Pagina Oculta (Solo para suscriptores)

Jos
hace 4 meses

Hola Giovanni los otros capitos que ya van por el cuarto se pueden leer en el perfil de Dava nandiny en la web de todorelatos.

Eroticorum
hace 4 meses

He acabado de leerme el resto de relatos y la verdad es que he de reconocer el salto de calidad. Para llegar a este nivel has tenido que invertir mucho tiempo. Leer, corregir, releer, cambiar palabras o frases que den la fuerza que tú tenías en mente, pero que en el momento de la escritura las missas no quisieron regalarte, y volver a leer y releer hasta que todo está ya en su sitio y tiene el sentido, la fuerza y el enfoque deseado!
Es un placer leer textos así, y por mi parte no queda más que felicitarte y reconocer el trabajo!
Enhorabuena!!!
😘😘😘