Hace unos días, aprovechando uno de mis viajes, decidí que era el momento de darme un pequeño capricho. Hace tiempo, una pareja había contactado conmigo porque deseaban que compartiera algunas de sus fotos íntimas en mi primer canal de Telegram. Muchos de mis lectores os acordareis de cuando presentaba así algunas parejas que me contaban su historia. Ellos se llamaban Marisa y Rubén.
El caso es que durante todo este tiempo he mantenido interesantes conversaciones con dicha pareja, conversaciones que eran siempre una mezcla peligrosa de risas, complicidad y, sobre todo, de una tensión latente que sabíamos que un día tendría que explotar. Así que, estando tan cerca de su ciudad, no dudé en proponerles una cita. Únicamente para conocernos y tomar algo juntos. Es lo que se suele decir en estos casos.
El día llegó, y mientras caminaba hacia el bar donde habíamos quedado en compañía de mi esposo, sentía un cosquilleo en el estómago. A pesar de mis experiencias, cada encuentro es único, y la anticipación siempre juega un papel importante. Me encanta el poder seguir emocionándome en este tipo de citas.
Cuando entré al lugar, mis ojos se encontraron con los suyos casi de inmediato. Allí estaban, sentados en una mesa junto a la ventana. Él era muy joven, pero tenía una presencia imponente, con una sonrisa que prometía más de lo que decía. Ella, elegante y segura, una mujer madura y hermosa, me dedicó una mirada cómplice. En ese instante supe que esa noche sería diferente.
Pedimos un par de copas para romper el hielo, aunque la tensión que flotaba en el aire ya estaba cumpliendo ese papel a la perfección. Al principio, hablamos únicamente de mis libros, pero a medida que las copas se vaciaban, la conversación se tornó más íntima, más sugerente. Conocía su morbosa historia, ellos me la habían contado hacia algunos meses.
Marisa era la madre del mejor amigo de Rubén, y comenzaron a leerme debido a mi novela «Seducida por el amigo de mi hijo». Al principio, Marisa, una mujer bien entrada en los cuarenta, se sentía mal consigo misma, por tener una aventura con uno de los amigos de su hijo. Buscando en Internet situaciones parecidas, algo que exculpara su comportamiento, se topó casualmente hasta mi novela. No es la primera persona que me ha dicho algo parecido.
Su historia y la mía con Iván (El protagonista de mi novela: Seducida por el amigo de mi hijo» tiene muchas similitudes. Aunque también tiene bastantes diferencias que no voy a entrar a valorar, pues destriparía la trama de mi novela autobiográfica.
Después de un rato, sugirieron ir a un lugar más privado. Acepté sin dudarlo. Subimos a su coche y pronto llegamos a un hotel discreto, uno de esos lugares que guardan secretos entre sus paredes. Al cruzar la puerta de la habitación, la atmósfera cambió. Ya no había risas nerviosas ni palabras innecesarias. Solo existíamos nosotros, envueltos en una corriente de deseo incontrolable.
Ella fue la primera en acercarse, su mano recorrió mi brazo hasta tomar mi mano con suavidad pero con firmeza, llevándome al borde de la cama. Él se situó detrás de mí, su presencia era cálida y dominante. Sentí el peso de sus miradas, el deseo compartido. Pronto, los besos comenzaron a mezclarse con las caricias, la ropa a desaparecer entre susurros y risas contenidas. El tiempo parecía haberse detenido, atrapado en un bucle de placer compartido. Mi marido se mantuvo observando y haciendo fotos para su colección particular. Sin intervenir en ningún momento en el encuentro físico de los tres.
Mientras nos explorábamos, mientras sus manos y las mías buscaban el camino más corto hacia la piel desnuda. La forma en que me tocaban, la manera en que se tocaban entre ellos, todo formaba parte de un juego del que no quería salir. Reconozco haber disfrutado como una loca y creo por los gemidos de ella y por las expresiones de Rubén, que ellos gozaron de igual modo.
Horas más tarde, mientras las luces artificiales de la ciudad se filtraban por las cortinas, Marisa se levantó de la cama aún con nuestros cuerpos aún entrelazados. El silencio de la habitación estaba cargado de esa satisfacción tranquila que solo llega después de un encuentro intenso. En ese momento, me di cuenta de lo afortunada que era. No solo por la experiencia física, sino por haber encontrado a dos personas que comprendían el arte del deseo sin complejos, sin prisas, sin juicios.
Pero a Marisa se le hizo tarde y se tenía que marchar, su esposo y sus hijos la esperaban para cenar en casa. Con Rubén tuve ocasión de estar más tiempo, mi esposo lo invitó a cenar con nosotros. Más tarde, después de la última copa, el chico y yo pudimos disfrutar de un buen rato íntimo, en el asiento trasero del coche de mi esposo. Antes de despedirnos, compartimos una última mirada, un último beso. Sabíamos que probablemente nos volveríamos a ver, que ese no sería el último capítulo de nuestra historia compartida. Pero esa es otra historia para otro viaje.
Otra historia real de Deva Nandiny
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Comentarios
Tus historias siempre son las más morbosas y cachondas, he leido tus seis novelas, me derrites
Muchas gracias por leerme y por tu fidelidad como lector hacia mí. Un beso enorme
Interesante amor y excitante 😋😋😋😋😍😍😍😍😍
Muchas gracias, amor. Un beso
Marisa: Muchas gracias por contarlo con tanta delicadeza, siempre he pensado que quien conozca nuestra historia nos juzgaría sobre todo a mi como mujer, por nuestra relación. Ruben: Ha sido un morbazo porder conocerte, espero que podamos repetir otra vez con más tiempo. gracias por el relato
cuando os pedí permiso para contar nuestro encuentro y desentrañar un poco vuestro romance, os aseguré que lo haría con todo el amor y respeto que os proceso. Un beso enorme, con todo mi cariño.
Me gusta mucho tus relatos ha igual que tú es una pena no vivir una situación como esa yo estaría encantado.
Me gusta mucho y me excita y espero que algún día nos encontremos por Santurtzi o por Bilbao